Neurodomingo 2021.26
Helen Keller nació en su casa de Tuscumbia (Alabama, EEUU) en 1880 y creció sana hasta los diecinueve meses cuando quedó ciega y sorda por una «congestión aguda del estómago y el cerebro» –seguramente escarlatina, sarampión o meningitis, todas prevenibles hoy en día con la vacunación–.
A pesar de su doble discapacidad, aprendió a conocer los objetos y las acciones cotidianas a través del olor y el tacto, pero no sabía que tenían nombres. Para comunicarse usaba señas que sólo entendía su madre.
Se mantuvo en esta oscuridad silenciosa durante siete años y entonces apareció su maestra, Ana Sullivan, quien la enseñó a comunicarse usando signos trazados en la palma de su mano. Eso lo cambió todo.
Todo tenía un nombre, y con cada nombre brotaba un nuevo pensamiento.
Helen Keller
—lenguaje y cognición—
Keller avanzaba rápidamente en sus aprendizajes y con el tiempo completó sus estudios universitarios. Escribió varios libros, fue una activista y oradora en defensa de los derechos de las personas con discapacidad sensorial y fundadora de la organización Helen Keller International, dedicada a realizar investigaciones sobre la visión, la salud y la nutrición.
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