Hay libros necesarios. Esta afirmación no se puede aplicar a todos los libros, tan sólo a unos escogidos, tal es el caso de
Infancias. Educar y educarse, de Vicenç Arnaiz y Mari Carmen Díez Navarro, recientemente publicado por la editorial Graó.
Esa consideración radica en el hecho de que es una obra que nos reconcilia con nuestra labor, con la que a veces entramos en confrontación por motivos ajenos y tangenciales: la burocracia, las presiones sociales o las diferencias irreconciliables entre lo que pensamos, lo que hacemos y lo que decimos hacer.
A nosotras este libro nos vino como caído del cielo, justo en un momento en el que tras las presiones documentales de inicio de curso vienen las de final de trimestre, haciéndonos pensar que no somos más que meros cumplidores fieles de norma, siendo incluso más papistas que el Papa, llegando al extremo de ahorcarnos con nuestra propia soga. El papeleo no es nuestra principal función, aún así es por lo que somos juzgados.
Lo esperábamos, porque hace unos meses Mari Carmen Díez Navarro nos invitó a comentar una fotografía que ella misma nos facilitó; nos dijo que era para un libro que estaban preparando Vicenç y ella que se acompañaría de imágenes con pequeños textos que habían solicitado a colaboradores y conocidos. Una vez más, es un orgullo participar en algo al lado de ellos dos, máxime tratándose de un libro llamado a convertirse en un referente para toda aquella persona interesada en la educación de la infancia.
Las personas que somos seguidoras de columnistas de opinión de los periódicos, entendemos que a veces estamos asistiendo a la lectura de un libro por entregas, aunque no esté aún redactado. Cuando empatamos con el sentir y con el discurso del articulista es como si mantuviésemos una conversación en la distancia. Cuando seguimos a alguien esperamos casi con ansiedad su opinión sobre los temas del momento y valoramos especialmente la capacidad de reunir en un número limitado de caracteres esas claves que nosotros intuímos. Me agradan las columnas que me dan otro enfoque permitiéndome ver facetas para mi ocultas o las que me dejan barruntando durante horas sobre una sentencia sencilla, que por obvia posiblemente no había considerado. Lo negativo de las columnas de opinión es que las consumimos en el momento y luego es muy difícil volver sobre ellas salvo que seamos coleccionistas de recortes (hoy archivos o enlaces), o que ejerzamos de detectives en las hemerotecas. Por ello, siempre me felicito cuando alguno de mis columnistas de cabecera reúne en un libro esas píldoras que tanto bien me han hecho en el pasado, máxime si vienen enriquecidas con otros componentes.
Debo confesar que el día que llegó a mis manos "Infancias. Educar y educarse", fue para mí como un bálsamo que mitigó los sarpullidos y erupciones que a veces nos atacan haciéndonos perder la esperanza en la escuela. De tal modo cuasi terapéutico empecé a leerlo y ya no pude dejar de hacerlo porque en cada capítulo veía la respuesta sensata a mis desvelos. En efecto, tras su lectura se puede llegar a la conclusión de que educar es mucho más sencillo de lo que lo hacemos con tanta burocracia de por medio; requiriendo tan sólo de capacidad de escucha, de diálogo y de cuidado (con la palabra, con el gesto, con el corazón y con el interlocutor).
Como expone en el prólogo Vicenç Arnaiz, este libro recoge una selección de escritos publicados por Mari Carmen Díez Navarro y él mismo en sus respectivas columnas de los diarios Información de Alicante y Menorca, ahora reunidos en tres capítulos: "Escuchar a la infancia", "Familiarizar a la educación", "Educar y educarse", enriquecidos además con una acertada selección de fotografías que han sido comentadas por amigos de ambos, entre otros: Álvaro Marchesi, Beatriz Trueba Marcano, Remedios Picó, Cristobal Gómez Mayorga, Javier Abad y Ángeles Ruiz de Velasco, Monserrat Antón, o nosotras mismas, las hermanas Abelleira.
Los lectores que hemos disfrutado con los libros de Vicenç Arnaiz y de Mari Carmen Díez Navarro, intuímos que siendo diferentes personas que mantienen distinta relación con las infancias (he aquí una de las claves: no hay una única infancia), teniendo estilos diferenciados, en el fondo comparten una sintonía común. Sería osado y limitador concretarla solo en la bondad de la mirada, en el optimismo sobre la educación, en la sencillez de sus relatos preñados de ricos mensajes o en el zoom de su objetivo siempre presto a captar esos momentos únicos y entrañables. Sea como fuere, es un acierto que hayan decidido reunir los artículos de los dos porque el lector mantiene una conversación a tres bandas, escuchando las inconfundibles voces de Vicenç y de Mari Carmen hablando sobre los grandes bloques en los que han agrupado sesenta artículos.
Tengo la tentación de reproducir aquí artículos completos, algo que no me puedo permitir por el espacio de esta recensión nin por ética editorial, pero creo que apuntando algunos de sus sugerentes títulos puede ser más que suficiente para que puedan comprender la riqueza que encierra esta publicación, una reflexión educativa en toda regla, escrita con un estilo muy fresco y ágil tal y como corresponde a su destino inicial, un diario. He aquí una pequeña muestra:
- Niños, infancia, infancias.
- El maestro con espacio interior disponible.
- Nacer en diciembre o en enero.
- ¡Para eso estamos los maestros!
- La pobreza en el relato escolar.
- Los niños que se mueren sin haber nacido.
- Niños mascota.
- Escuelas con las puertas abiertas… ¿sólo por un día?
- La bondad educa.
- Mi abuelo lleva pañales.
- Lo siento de corazón.
- Como los pollos de granja.
- Del yoyo al dron.
Si bien todos los artículos tienen su savia y su sabiduría, los tres últimos son una lección magistral sobre lo que es educar y ser maestro o maestra. Vicenç en "Educar, dar lo mejor de uno mismo" y Mari Carmen en "La bolsa negra" y "¿Cómo ha de ser un buen maestro?" dejan buenos textos para reflexionar tanto en la formación inicial como en la del profesorado en ejercicio, pues nos hablan sobre lo que estamos olvidando, lo básico y esencial en nuestra profesión.
Tras la lectura de "Infancias. Educar y educarse" te sientes como el invitado de una pareja bien avenida que te ha recibido en su casa para pasar una tarde de risas y de conversaciones espontaneas pero no banales. Su compenetración y equilibrio es tal que uno abre la puerta de la casa y el otro la cierra. Así le corresponde a Mari Carmen el epílogo en el que deja constancia de su satisfacción por el resultado de este libro escrito a dos voces, porque supone mirar lo que va pasando pero con alguien: juntos y entremezclados, en masculino y en femenino, en singular y en plural, en prosa y en verso.
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