Neurodomingo 2021.46
La infancia de Charles Chaplin fue muy difícil. Sus padres eran artistas de music-hall y ambos sufrían enfermedades crónicas. Su padre, alcoholismo, y su madre, problemas mentales graves que derivaron en varios ingresos. Se separaron cuando Charles tenía tres años y su hermanastro, Syndey, siete. Niños que no disfrutaron de la estabilidad de un domicilio fijo ni de una familia estructurada, factores de riesgo para el trauma infantil precoz.
Los personajes que creó Chaplin encarnan como pocos las contradicciones humanas y no resulta descabellado pensar que son fruto de sus propias experiencias vitales. Así parece ser en, Día de paga, donde interpreta a un obrero que se escabulle del control de su esposa para salir a beber con sus compañeros.
Pero sin duda el personaje más emblemático de Charles Chaplin es Charlot. Ese vagabundo que nos saca siempre una sonrisa con sus pantomimas y una lágrima con su ternura.
Quizá la película más representativa del famoso vagabundo sea El chico, su primer largometraje mudo, en la que Charlot rescata a un huérfano de las calles y lo cría como si fuera su hijo. La película es una deliciosa celebración de la paternidad enfrentada a la frialdad social con la que se trata a los huérfanos.
—experiencias adversas y cerebro—
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