Neurodomingo 2021.19
Micha Ullman es un escultor israelí de origen judío alemán. Crea esculturas subterráneas, o que apenas sobresalen del suelo, que buscan profundizar sobre el significado del lugar y el hogar o la ausencia y el vacío.
La biblioteca vacía es un poderoso monumento al Holocausto que creó en 1995 en Bebelplatz, una de las principales avenidas de Berlín, en el lugar donde, el 10 de mayo de 1933, los nazis quemaron 20.000 libros de autores considerados enemigos del Tercer Reich.
Si no sabes que está ahí no lo ves. Excavada en los adoquines de la plaza, la biblioteca es un cubo subterráneo cuyas paredes se cubren de estanterías blancas vacías. Su hueco cuadrado está tapado por un vidrio que refleja el cielo y a quien se asoma a mirar. No deja indiferente, las veces que lo he visitado siempre me ha sobrecogido, aun sabiendo lo que iba a ver.
El mismo Ullman se sorprende de como su memorial cumple con su función. «Puedes ver lo que quieres ver», dice y añade: «Uso un lenguaje de pistas. No está ahí, y está ahí. No tienes que mirar, sólo si quieres, y esto es especialmente importante, porque la medida del mal es la más alta en la historia de la humanidad».
—Libros y cerebro—
Los libros son ventanas de libertad. Resultan tan peligrosos al tirano, que se defiende quemándolos.
Los libros contienen todo el saber humano, todo. Los conocimientos actuales de la Ciencia y también las cuestiones que plantea la Filosofía, los hechos de la Historia y las ficciones inventadas, la poesía y la biología de una flor... Todo.
Pueden modificar nuestros conocimientos, y con ellos nuestras ideas, además, más allá del tema del que trate un libro, resulta que la lectura modifica la forma en que funciona nuestro cerebro.
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