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Posted: 18 Jun 2021 03:31 PM PDT Es bueno tener un amigo imaginario si no te aleja de las interacciones sociales con niños reales. Neurociencia, El blog de José R. Alonso.
Dos tercios de los niños menores de siete años tienen un amigo imaginario. La investigación ha mostrado que inicialmente las niñas son más propensas que los niños a desarrollar amigos imaginarios, pero una vez que llegan a la etapa escolar, los niños y las niñas tienen la misma probabilidad de tener un compañero imaginario. Los amigos imaginarios sirven muchos propósitos diferentes: en algunos casos es simplemente algo divertido y que permite diferentes juegos, pero también puede ser una forma de expresar los miedos o de explorar emociones sobre el misterioso mundo de los adultos. Los amigos imaginarios también pueden ayudar a los niños a afrontar dificultades reales.
Diversos estudios han encontrado que los niños con amigos imaginarios tienen una mayor capacidad de mentalización que los niños que no los tienen; es decir, son mejores para entender el estado mental de otras personas, comprender lo que sienten o lo que piensan y para ponerse en su piel. Tienen de media mejor vocabulario, mayores habilidades lingüísticas y retienen los conocimientos más rápidamente que los que no los tienen, lo que puede deberse a que estos niños tienen más práctica lingüística que sus compañeros al mantener «conversaciones» con sus amigos imaginarios. En la última década, los estudios psicológicos han ido acumulando pruebas de que los amigos imaginarios ayudan a los niños a comunicarse mejor, a ejercitar su imaginación y, sobre todo, a resolver problemas. Los niños con amigos imaginarios son mejores en pruebas donde se evalúa la comprensión de las falsas creencias (Lin et al., 2020). Una explicación plausible es que el juego con su amigo imaginario puede mejorar las habilidades de simulación de los niños. Durante ese juego, el niño y su compañero ficticio deben cambiar sus papeles e imaginar los procesos mentales internos del otro. Este proceso de simulación puede extenderse a las predicciones sobre las acciones de otra persona y facilitar el neurodesarrollo, incluida la comprensión de falsas creencias. Para muchos, el amigo imaginario desaparecerá al hacerse mayor, a otros los acompañará siempre. Agatha Christie, en la autobiografía que escribió a los 70 años, contaba que aún seguía hablando con sus amigos imaginarios y lo mucho que la ayudaban. La animaban a terminar los agotadores últimos capítulos de las novelas, la empujaban a ser mejor persona e incluso le hacían compañía en los momentos de soledad. Kurt Cobain dirigió su nota de suicidio a Boddah, su amigo imaginario de la infancia. Es posible que nuestra pasión por las historias de ficción, en las novelas, el cine o incluso cuando soñamos despiertos tenga que ver con esta vida interior de nuestro cerebro que construye mundos con solo pensarlos. De hecho, los escritores de ficción adultos suelen hablar de que sus personajes adquieren vida propia, lo que puede ser un proceso análogo al de los amigos invisibles de los niños. Además, los escritores de ficción son más propensos que la media a haber tenido amigos imaginarios cuando eran niños (Taylor et al., 2002). Quizá es porque su cerebro aprendió a crear seres y a darlos vida.
Para leer más:
* José R. Alonso: Neurobiólogo. Catedrático de la Universidad de Salamanca. Escritor. |
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