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| Ilustración: Estelí Meza |
Un viejo problema de los sistemas escolares es su gusto por el enciclopedismo y los currículos abultados: muchas asignaturas, muchos contenidos, poco tiempo para enseñar y para aprender, carrera para 'cumplir' con los planes de estudio. Romper con esa tradición, optar por poco en profundidad y por poco más lento, es cada vez más un sello de las reformas educativas integrales, sistémicas, promisorias. "Enseñar menos, aprender más" ha sido, en años recientes, un lema de la reforma educativa en Singapur.
El problema es ampliamente conocido, pero pocos parecen tomárselo en serio. En muchos países, desde el gobierno y desde la sociedad civil, y también desde los organismos internacionales, siguen proponiéndose nuevos contenidos y endilgándolos al sistema escolar. Un arbolito de Navidad al que siempre pueden colgársele más adornos.
La alimentación entró hace tiempo a la escuela y complejizó enormemente su tarea, exigiendo adecuaciones mayores a nivel edilicio, administrativo y curricular. La escuela cumple regularmente con funciones comunitarias y sociales, convirtiéndose - según las necesidades - en centro de salud, lugar de votación, centro de acopio, refugio, carpa, hospital, ágora, taller.
La escuela se percibe como destinataria de todas las iniciativas pensadas para resolver los problemas sociales. Cada viejo o nuevo problema de la sociedad tiende a verse como un problema educativo y éste a entenderse como problema escolar y con formato de asignatura. Frente a males tan fenomenales y diversos como la corrupción, el cambio climático, la pobreza, el desempleo, el hambre, la desnutrición, la obesidad, el embarazo adolescente, el consumo de drogas, la narcopolítica, el maltato infantil, la violencia escolar y doméstica, el
bullying, la inequidad de género, el machismo, el racismo, la homofobia, los accidentes viales, la indolencia, la falta de empatía, las
fake news, lo que salta como solución, muy a menudo, es pedir auxilio a las aulas para enseñar
ética,
lógica,
cívica,
empatía,
creatividad,
colaboración,
pensamiento crítico,
aprendizaje-servicio,
educación en valores,
educación ciudadana,
ciudadanía global,
educación ambiental,
educación sexual,
educación emocional,
educación para el emprendimiento,
educación alimentaria,
educación financiera, educación vial,
etc.
Si el sistema escolar asumiera todas las demandas habría que extender la escolaridad varios años e invertir tiempos y cantidades cuantiosas en formación/capacitación docente especializada en cada uno de estos temas.
Todo esto no hace sino reflejar la persistencia de la visión escuelo-céntrica de la educación, que sigue viendo al sistema escolar como el único sistema educativo y, más aún, como el único sistema de aprendizaje. Una visión que sigue compartamentalizando el conocimiento en asignaturas. Una visión que, en pleno siglo XXI, sigue desconociendo la existencia y la utilidad de esos otros sistemas educativos que hacen al aprendizaje a lo largo y a lo ancho de la vida - la familia, la comunidad, los medios de comunicación, el mundo digital - y la diversidad de modalidades, medios y recursos de aprendizaje accesibles hoy en día.
La escuela sigue ahí, requerida de transformaciones profundas, cuestionada en su tradicional centralidad y rodeada de muchos otros sistemas de aprendizaje. En lugar de seguir congestionando al sistema escolar, se trata de descongestionarlo, sacando de las aulas todo aquello que puede aprenderse en otros lados, aprovechando la multitud de recursos disponibles en la familia, en la comunidad, en la naturaleza, en los medios, en la biblioteca, en internet.
El mejor profesor y el mejor texto escolar no pueden suplir el contacto con el mundo real. Dentro de un aula puede enseñarse sobre el medio ambiente y el cambio climático, pero nada sustituye el contacto directo con la naturaleza: tierra, agua, plantas, animales, jardín, parque, huerto, zoológico, bosque, montaña, playa. Dentro de un aula puede enseñarse qué es la empatía, pero desarrollarla implica relacionarse con otros y, sobre todo, con los diferentes. Al programa de estudios podemos agregarle una asignatura llamada educación alimentaria pero para comprender de dónde vienen los alimentos, cuáles son sus propiedades, qué es comida saludable, hay que salir del aula, ir al campo, aprender de quienes siembran y cultivan la tierra, ver, jugar y aprender a cocinar.
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