miércoles, 26 de diciembre de 2018

AUTISMO



José R. Alonso publicó:"Cada vez hay más datos, tanto en animales como en seres humanos que sugieren que el autismo es un trastorno prenatal. Sin embargo hasta ahora no se ha localizado con claridad un marcador biológico sencillo que permita identificar a los fetos que serán año"
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El autismo es un trastorno prenatal

por José R. Alonso
Cada vez hay más datos, tanto en animales como en seres humanos que sugieren que el autismo es un trastorno prenatal. Sin embargo hasta ahora no se ha localizado con claridad un marcador biológico sencillo que permita identificar a los fetos que serán años después diagnosticados con un trastorno del espectro del autismo (TEA).
Un endofenotipo es un biomarcador hereditario, familiar, dependiente de un rasgo, que «no puede ser observado desde el exterior a simple vista y sin un conocimiento experto» pero que puede ayudar a llenar la brecha entre los síntomas clínicos y los genes subyacentes a esa condición. La macrocefalia es uno de los endofenotipos más consistentes en la población con autismo. Aparece entre el 14% y el 34% de las personas afectadas, y es familiar y hereditaria pues los parientes de primer grado de personas con macrocefalia muestran tamaños de cabeza significativamente más grandes que los parientes de primer grado del resto de las personas.
El volumen cefálico ha suscitado mucho interés por la sencillez de su medida, basta con medir la circunferencia craneal en una ecografía, y por su significado biológico, pues implica alteraciones en la estructura cerebral. Un 15,7% de los individuos con autismo presentan un tamaño superior de la circunferencia cefálica, macrocefalia, frente a solo un 3% en la población general (Sacco et al., 2015). Esta macrocefalia se define como una circunferencia cefálica mayor que el percentil 97º. Sacco et al. (2015) hicieron un metaanálisis de distintos estudios del tamaño cefálico de niños con TEA mostraba que los niños pequeños con TEA tienen un patrón distinto: un crecimiento muy rápido y superior al de los niños normotípicos en los dos primeros años y un brusco dese del crecimiento entre los dos y cuatro años de edad.
Pero estos estudios se han realizado en niños, después del nacimiento. Bonnet-Brilhault y su grupo han hecho un estudio retrospectivo para ver si era posible distinguir mediante la medida de la cabeza a los niños que posteriormente serán diagnosticados con trastorno del espectro del autismo (TEA) antes de nacer, En este artículo analizaron los diámetros cefálicos de niños nacidos a partir de 1995. Se excluyeron del estudio a los niños en los cuáles la madre hubiese tenido diabetes gestacional o hipertensión en el embarazo, presentara trastornos genéticos conocidos, hubiera habido restricciones al crecimiento intrauterino o hidrocefalia en el momento del nacimiento, los perfiles étnicos no caucásicos y los embarazos gemelares.
En los 80 niños restantes se midió mediante ecografía la circunferencia cefálica, la circunferencia abdominal y la longitud del fémur durante el segundo y el tercer trimestre de gestación. También se anotó la circunferencia cefálica en el nacimiento y a los 12 y 24 meses de edad. El diámetro cefálico era superior a los controles tanto en el segundo trimestre de gestación (semanas 20-26) como en el tercero (semanas 28-36). Por el contrario los parámetros corporales indicaban que el mayor diámetro cefálico no se debía a un crecimiento excesivo de todo el cuerpo; es decir, la cabeza era más grande pero el resto del cuerpo, medido por la circunferencia abdominal y la longitud del fémur eran similares a los de los controles. Los datos en el período postnatal confirmaban los trabajos previos que habían indicado un exceso de volumen cefálico en los dos primeros años.
Los autores plantean que un tiempo crítico para el desarrollo atípico del encéfalo se inicia en torno a la semana 22 del embarazo, una etapa crucial para el establecimiento de la organización laminar de la corteza cerebral y para la activación de las células gliales. El proceso puede ser el resultado de una cascada de alteraciones surgida de las interacciones entre los genes candidatos del autismo y diversos factores ambientales.
El estudio es un avance claro y pone de manifiesto la estupidez de relacionar el autismo con episodios postnatales como las vacunas. Digámoslo una vez más: no hay relación entre vacunas y autismo y no tienes que vacunar a todos tus hijos, solo a aquellos hijos que quieres que vivan.
Los TEA son un conjunto de condiciones bastante heterogéneas y las personas con autismo varían en sus características clínicas, sus trayectorias de desarrollo, la gravedad del trastorno y la respuesta a los tratamientos. Es posible que haya distintos modelos de desarrollo prenatal del encéfalo, como se ha visto en los estudios sobre el desarrollo postnatal. El análisis conjunto del desarrollo prenatal y postnatal en muestras más amplias puede ayudar a entender mejor qué pasa en el desarrollo cerebral de un niño con TEA y quizá a determinar varios tipos de TEA. La identificación de estos endofenotipos específicos ayudará a los especialistas a poder diagnosticar más tempranamente el TEA así como a predecir los pronósticos y las respuestas a los tratamientos.

Para leer más:
  • Bonnet-Brilhault F, Rajerison TA, Paillet C, Guimard-Brunault M, Saby A, Ponson L, Tripi G, Malvy J, Roux S (2018) Autism is a prenatal disorder: Evidence from late gestation brain overgrowth. Autism Res 11(12): 1635-1642.
  • Sacco R, Gabriele S, Persico AM (2015) Head circumference and brain size in autism spectrum disorder: A systematic review and meta-analysis. Psychiatry Res 234(2): 239-251.


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