UniDiversidad. El blog de José R. Alonso. |
Posted: 17 Dec 2018 05:13 AM PST
Afirmar que un tratamiento funciona para un trastorno como el autismo requiere varios pasos bien definidos por la comunidad científica. Algunas de esas fases priorizan la validez interna, requieren que exista una evidencia rigurosamente controlada de que el tratamiento mejora las condiciones de partida, demostrando que el propio tratamiento, en contraposición con factores no específicos como el efecto placebo o la regresión a la media, influye positivamente sobre el resultado final. Otras fases del proceso de validación priorizan los aspectos externos, requieren evidencias de que el tratamiento produce efectos positivos en el mundo real y demostrar que las condiciones de esa terapia se pueden generalizar a otros lugares con circunstancias diferentes a las específicas y muy reguladas que se producen en un estudio controlado sobre intervención. Además hay que comprobar que esa intervención produce una mejora que justifica el coste, en dinero, tiempo y esfuerzo, que supone. En resumen un tratamiento debe ganarse su posición en el mercado a través de pasos sucesivos donde diferentes equipos de investigación independiente establecen de forma incuestionable que el tratamiento genera mejoras consistentes y significativas y que esa mejoría justifica el coste económico y personal asociado a la intervención.
Mi opinión personal es que la comunidad científica debe denunciar las intervenciones que no cumplen esas condiciones en vez de cruzarse de hombros, decir cosas como «todavía no tenemos evidencias suficientes a favor» como si fuera mera cuestión de tiempo el tenerlas y permitir con su inacción y corporativismo que desplumen a los padres. Un tipo de intervención que tiene buena imagen social pero muy pocas evidencias científicas a favor es la equinoterapia, los tratamientos que utilizan caballos u otros équidos (burros, mulos). Se conoce también como monta terapéutica, hipoterapia o psicoterapia asistida por caballos. En la equinoterapia la persona con TEA se implica en una serie de actividades relacionadas con el caballo como elegirlo, alimentarlo, limpiarlo y normalmente el terapeuta y el cliente determinan los objetivos específicos de una forma individual. En algunos casos la persona con TEA monta el caballo y en otros no, siempre atendiendo al nivel de habilidad, a sus preferencias y a la seguridad. Según sus promotores «esta terapia experimental facilita la exploración personal incluyendo consciencia de pensamientos, emociones y comportamientos, y proporciona un contexto en el que el terapeuta y la persona afectada pueden interpretar la naturaleza y el significado de las dificultades del paciente». Los caballos «servirían como facilitadores de respuestas específicas y como metáforas a través de las cuáles entender las experiencias de la persona con autismo». No hay ninguna prueba de ello. Más aún hay quien teoriza que el caballo «proporciona información sobre el estado de ánimo del paciente» y algunos dicen que sirve como una «gran máquina de retroalimentación». No todas las terapias con caballos son idénticas: la psicoterapia asistida por caballos (Equine-assisted psychotherapy) difiere de la monta terapéutica (Therapeutic horse-back riding) en que en la primera las personas con TEA aprenden algo de monta bajo la supervisión de personas que caminan a su lado, que controlan la interacción entre caballo y jinete y optimizan la seguridad. En el caso de la monta terapéutica la experiencia de cabalgar y dirigir al caballo mediante órdenes verbales se supone que aporta beneficios terapéuticos. Los objetivos principales de la monta terapéutica son mejorar las dificultades físicas y de comunicación. Selby y Smith-Osborne hicieron un estudio sistemático sobre las intervenciones complementarias utilizando equinos. Los autores concluyeron que los resultados eran prometedores y que la equinoterapia podía ser una aproximación complementaria útil en el tratamiento de los trastornos mentales. Sin embargo, los autores obviaban que a veces la equinoterapia es EL tratamiento, no comparaban los resultados frente a otros tratamientos de eficacia demostrada y tampoco aportaban ninguna explicación teórica ni empírica sobre a qué se debían los supuestos cambios beneficiosos asociados con el tratamiento. Es un tema importante. La Asociación profesional de equitación terapéutica (PATH) de Estados Unidos, que se anuncia como «servicios equinos para héroes", tiene más de 800 centros asociados, más de 6 000 equinos y han pasado por sus instalaciones más de 50 000 niños con más de 5 000 en listas de espera. La equinoterapia también ha sido promovida en programas de televisión estadounidense con altas audiencias como Dr. Phil y «The Dr. Oz Show». Este último indicaba «estos bellos animales destapan temas psicológicos. ¿Y sabes por qué? Porque basado en lo que los pacientes proyectan en ellos , te ayuda a imaginar qué es lo que pasa con la gente. Usamos caballos para tratar la depresión, la ansiedad y el autismo». La equinoterapia «cae bien». Los caballos son animales atractivos y agradables ¿por qué no va a ser bueno montarlos y disfrutarlos? No es que sea malo. Deberíamos recordar algo tan sencillo como que una experiencia grata no es lo mismo que una terapia. Las promociones de la equinoterapia plantean que es útil para todo tipo de trastornos incluyendo «depresión, adicciones, trastornos de la alimentación, recuperación de traumas o abusos y más». Ya es algo sospechoso. Un estudio sobre la EAP llegaba a afirmar que «el 82% de los adolescentes muestra una mejoría mayor en cinco sesiones de lo que habían logrado en años de terapia tradicional». A eso respondo yo, el 97% de la gente se inventa estadísticas y se queda tan ancho. Se entiende el chiste, ¿verdad? Amy Meadows habla sobre uno de esos centros de equinoterapia en Estados Unidos y dice:
Cuando los clientes visitan Flying Change Equine Therapy hacen muchas cosas: construyen confianza y autoestima, desarrollan habilidades para establecer relaciones, aprenden cómo comunicar eficazmente, experimentan el trabajo en equipo y la cooperación, ganan habilidades de liderazgo, entienden como tener empatía y respeto por otros y mucho más. Lo que puede sorprenderle es que no montan caballos».
Corcoran, la responsable de esta organización, comenta en la misma página web: «Emparejar una persona y un caballo con similares experiencias, sentimientos y comportamientos crea un espejo poderoso, no amenazante, en el que los clientes se pueden ver a sí mismos con compasión, comprensión y objetividad. Al relacionar la experiencia del caballo con la suya, los clientes son capaces de entrar en contacto con sus sentimientos, apropiarse de sus comportamientos y creencias y explorar nuevas opciones».Estas afirmaciones u otras parecidas se producen en todos los centros que se dedican supuestamente a la equinoterapia, algo que es en algunos casos una parte sustancial de sus ingresos. ¿Y realmente hace esas cosas la equinoterapia, cumple lo que prometen sus promotores y proveedores? Anestis y su grupo han publicado una revisión sistemática de las evidencias científicas sobre la equinoterapia en el tratamiento de diferentes trastornos del sistema nervioso. Han hecho una selección de estudios sobre la equinoterapia y al final se ha quedado con los 14 que tenían un diseño mejor. A continuación han ido examinando uno por uno cada uno de esa selección de estudios encontrando en todos ellos amenazas a la validación interna como problemas en la selección, historial, pruebas, etc. y amenazas a la validación del constructo, sesgos, efectos de la novedad, desmoralización selectiva, explicaciones inadecuadas del diseño, poca fiabilidad de la implementación del tratamiento, poca fiabilidad de las medidas, etc. La conclusión es que la investigación existente hasta el momento no respalda el uso de esta intervención. Específicamente, los autores de esta revisión sistemática concluyen que «los estudios fallaron a la hora de proporcionar una evidencia consistente de que [usar caballos en las terapias] fuese superior al mero paso del tiempo en el tratamiento de cualquier trastorno mental» (p. 1115). «Dada la fuerte base de evidencias para una amplia variedad de diagnósticos, recomendamos que, en vista de la base de evidencias disponible en la actualidad, los individuos con necesidades de servicios de salud mental eviten el uso de equinoterapia y a los centros de tratamiento que eviten practicar esta aproximación» (p. 1129). En resumen, los caballos son unos seres maravillosos, las personas que trabajan con caballos pueden ser muy buena gente y honestos, pero la equinoterapia, a pesar de su nombre, no es una terapia, no es un tratamiento. Pasar unas horas al aire libre, hacer ejercicio, hacer actividades diferentes en un entorno seguro son todo cosas buenas, pero no nos confundamos: eso no es una terapia. Como siempre en estas «terapias» alternativas o complementarias hay quien piensa que no hacen daño, pero no es verdad. Es una pérdida de dinero, tiempo, esfuerzo y esperanza y el daño es mucho mayor si va acompañado del abandono de las terapias que han demostrado seguridad y eficacia. Para leer más:
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Libre de virus. www.avast.com |
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