UniDiversidad. El blog de José R. Alonso. |
Posted: 19 Jul 2018 08:56 AM PDT
La prosopagnosia o «ceguera de rostros» es un extraño trastorno en el que la persona afectada no consigue recordar las caras conocidas, porque el cerebro no es capaz de interpretar adecuadamente la información sobre otras personas que recibe a través de la vista. No distinguen las características distintivas de cada rostro y eso hace que les resulte imposible reconocer los rostros de los conocidos, aunque se trate de familiares y amigos. El afectado ve y reconoce con normalidad las distintas partes de la cara, pero no puede recordar su ubicación ni sus particularidades, ni sus características distintivas, ni identificar de quién se trata.
La prosopagnosia es en realidad una especie de desconexión entre la vista y el cerebro. El sistema visual funciona correctamente y es capaz de distinguir nariz, boca, ojos, cabello, las principales características físicas que nos permiten recordarlo, pero el cerebro se muestra incapaz de interpretar la información visual que recibe y crear un mapa facial único. Las personas con trastornos del espectro del autismo presentan variaciones en la estructura y el funcionamiento del sistema nervioso. Evidencias recientes muestran que dos tercios de las personas diagnosticadas con TEA presentan algún tipo de prosopagnosia. Se calcula que a nivel general 1 de cada 50 personas sufre prosopagnosia del desarrollo, una alteración que aparece en la infancia en la cual estos niños son incapaces de reconocer las caras de familiares y amigos aunque la hayan visto cientos o miles de veces. Según Jason Barton, un neurooftalmólogo de la Universidad de Columbia Británica, muchos de los pacientes con prosopagnosia son observados por primera vez en clínicas especializadas en autismo, donde descubren que no tienen autismo sino que simplemente su habilidad para reconocer personas está gravemente afectada. Así mientras no todas las personas con prosopagnosia del desarrollo tienen autismo, muchas personas con autismo tienen dificultad a la hora de procesar información sobre rostros. Los investigadores han propuesto diversas teorías: ¿Es posible que las personas que nacen con una ceguera a los rostros vean tan afectado su desarrollo social que lleguen a mostrar síntomas de autismo? ¿Es posible que las personas con autismo, debido a sus dificultades sociales estén menos interesadas en rostros y esto les lleve a una incapacidad para reconocer caras? ¿O es que existe una diferencia cerebral que comparten las personas con prosopagnosia y aquellas con TEA y causa ambas condiciones? En relación con la teoría de que lo primero es la prosopagnosia y eso te lleva al autismo el principal argumento en contra es que hay mucha gente con prosopagnosia del desarrollo y que no tienen autismo. Por otro lado, puesto que el TEA no es un trastorno único sino probablemente un conjunto de trastornos con semejanzas y diferencias entre ellos es posible que las dificultades en el procesamiento de rostros induzca un autismo en algunas personas pero no en otras. Barton y su grupo han publicado en Brain (2004), Neurology (2005 y 2007) estudios de personas con autismo centrados en estos temas. Lo que han encontrado es que un tercio de las personas con autismo parece que perciben y reconocen caras igual de bien que los controles sin autismo. No mostraban diferencias en memoria, percepción o reconocimiento de rostros lo que indica que una parte sustancia de las personas con autismo tienen un procesamiento de rostros normal. En los dos tercios donde esto no pasa, el tipo y grado de afección era similar a las de las personas con prosopagnosia del desarrollo, pero el tipo de diagnóstico de autismo no puede predecir qué personas tienen o tendrán prosopagnosia y cuáles no. En otras palabras, la posición dentro del espectro del TEA, más o menos afectados, no permite predecir cómo será su capacidad para discriminar caras. Un tema puede ser cómo se miran los rostros ajenos. Los niños con autismo dedican menos tiempo que los niños neurotípicos a escanear el rostro de otras personas con su mirada. Si se controla esta diferencia, los niños con TEA se fijan en el rostro de otras personas y siguen un sistema de escaneado entre las partes del rostro —con la importante excepción de los ojos— que es similar al de los demás niños de la misma edad o del mismo nivel de inteligencia. En contraste, en la región de los ojos, los niños con TEA escanean con la vista el rostro de las personas con las que interaccionan de una manera sustancialmente diferente a los niños normotípicos en los siguientes aspectos: los niños con TEA se fijan menos en el ojo derecho, desde la vista del observador 2) cuando los niños con TEA se fijan en una cara tienen un sesgo hacia la zona del la región del ojo izquierdo y 3) los niños con TEA centran su mirada debajo del ojo izquierdo, mientras que los niños normotípicos se fijan en la pupila del ojo de su interlocutor, una mirada mucho más directa. Así, los niños con TEA no tienen una anomalía general en el escaneado de rostros de personas sino que el comportamiento distinto está limitado a la zona ocular, muy probablemente por su fuerte tendencia a evitar el contacto visual. Además de la prosopagnosia parece que también hay relación entre autismo y otro trastorno de la percepción experimentado por un 4% de la población, la sinestesia. Aunque muchas personas afectadas lo consideran algo positivo, de hecho un don, se cree que es un problema de conexiones entre regiones implicadas en el procesamiento sensorial y eso hace que una persona pueda saborear colores o ver sonidos, una alteración que es tres veces más frecuente en personas con autismo que en los neurotípicos. Hay dos teorías principales sobre la sinestesia: una es que los sinestéticos tienen más conexiones entre diferente regiones cerebrales. La otra es que lo que sucede es un desequilibrio entre los neurotransmisores excitadores y los inhibidores y esa alteración química llevaría posteriormente a los cambios en las conexiones cerebrales. El grupo de Simon Baron Cohen del Autism Research Centre de la Universidad de Cambridge publicó un estudio sobre la presencia de sinestesia en personas con TEA. La principal conclusión es que tras analizar una muestra de 300 personas, el número de personas con sinestesia era el triple que el de la población general. Comprobaron que era realmente sinestesia y no unas asociaciones transitorias usaron el test de genuinidad revisado, desarrollado por Baron-Cohen, que valora si las asociaciones sensoriales se mantienen estables con el tiempo. Los estudios de neuroimagen de los cerebros de sinestéticos muestran mayor nivel de conectividad en sus cerebros en comparación con controles. Es posible que esa hiperconectividad sea parte de las diferencias neurológicas entre los TEA y los controles. Una hipótesis es que las personas con autismo tienen menos conexiones a larga distancia y más de corta distancia y eso podría explicar síntomas como su focalización extrema en los detalles o las obsesiones con un tema. Para leer más:
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