Solemos decir que para vincular a los pequeños con la realidad no hay nada mejor que abrir las puertas de la escuela a todo lo que la sociedad y el entorno nos brindan; eso sí, con la única condición de que suelten las consabidas fichas. Tocar, palpar, oler, escuchar, observar..., son los pasos previos que darán lugar a un sinfín de actividades que cualquiera puede circunscribir a los objetivos y contenidos de la etapa.
La primavera con sus frutos siempre nos da un montón de ocasiones de aprender, muestra de ello es lo que nos sucedió cuando una madre nos dijo que a su hijo lo que más le gustaba esta temporada era desgranar guisantes, algo que quería compartir con sus compañeros y compañeras.
Llegó con una bolsa llena de guisantes y ya nos mostró cómo diferenciar los que estaban llenos de los que estaban aún pequeños; él lo hacía tanto por el tacto como por su crujir al apretarlos. Medir, comparar, contar, pesar, hacer estimaciones, observar como es cada grano, saborear lo dulces que son los más tiernos, saber de cómo nacen de la semilla que es lo mismo que se come, de sus variedades e incluso de
canciones populares, alimentación, preparaciones todo esto fue lo que los guisantes nos brindaron.
Retamos a quien sea a que nos demuestre que con una ficha o con una aplicación informática se puede hacer lo mismo. Lo más sencillo siempre da más juego educativo que cualquier sofisticado material didáctico.
Queremos insistir en ello, ahora que todas las editoriales están presentando al profesorado sus ingentes lotes de fichas para infantil, tanto para 3-6 como para 0-3, algo que nos tiene absolutamente perplejas; ¡niños y niñas que aún toman biberón y ya tienen material estandarizado para ir a la escuela! Pero de qué valen tantos cursos, tantas publicaciones, tantas experiencias respetuosas con los intereses y con la neurobiología. ¡Esto es insólito! ¿Dónde tenemos la cabeza las personas que nos dedicamos a la educación de la infancia?
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